Hecho por: Lida María Hernández Vélez y Yakelin soto soto
La infancia contemporánea es aquella infancia de la historia
presente, de carácter precoz, compleja, flexible e inacabada, en cuya base
encontramos un proceso identitario descentrado que los adultos, por lo general,
no comprenden.
Las representaciones
de la infancia en el mundo occidental obedecen a la influencia de la cultura del
siglo XVIII europeo. Algunas obras de los filósofos John Locke y Jean- Jacques
Rousseau son objeto de comentario por los sabios de su época, quienes destacan
su relación con la infancia a través de un trabajo de divulgación o
vulgarización científica que apasiona a pedagogos y familias.
Consideran que la
cultura infantil es también una cultura pasajera, porque el individuo la adopta
en una parte de su vida antes de abandonarla cuando deja la niñez; luego la
infancia se puede definir entonces como una edad de la vida.
Sirota (2010) y
Achard (2004, 2011) consideran, respecto a la obra de Ariès, que su actualización
de la evolución de las mentalidades frente a la niñez, menos amenazada por la
mortalidad infantil y mejor reconocida como individuo singular, condensada en
la expresión “sentimiento de la infancia”, tiene el mérito de enfatizar sobre
la ausencia de un marco conceptual para definir la infancia en el Antiguo
Régimen, y permite explicar la emergencia del vínculo parental.
Las posiciones de
Locke y Rousseau divergen sobre la concepción de la infancia: para el primero, es
ser vulnerable bajo protección necesaria del adulto; ser inacabado pero capaz
de pensar y de desear para el segundo (“considerar el hombre en el hombre y el
niño en el niño”). Considera Youf (2002, 2009, 2010) que hoy en día compartimos
las dos concepciones de la infancia” planteadas por Locke y Rousseau, que, además,
tienen en común que al pensar al ser humano democrático hicieron
filosóficamente posible los derechos del sujeto infante.
Objeto de proyectos
educativos, el sujeto infante soñado es, de hecho, un alumno-feto que toma sus
lecciones de inglés y de música in útero. Esta concepción determinista que fundamenta
la cuestión de la libertad del sujeto es reactivada por las teorías predictivas
de la genética y de las neurociencias.
Sin desconocer
que la categoría infancia (tanto en su tratamiento académico como en su
posicionamiento de sentido común) ha sido heredera de referentes disciplinares
y epistemológicos determinantes para la consolidación de la noción universal
del niño en Occidente, los investigadores han empezado a construir otros marcos
analíticos, en clave histórico-cultural, política y social, acerca de la
construcción social y subjetiva de la infancia en la región.
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Una vez se identifican
los aspectos propios de la condición infantil, se abordan las principales
manifestaciones de las infancias en el tiempo presente con el propósito de
precisar el carácter contemporáneo de sus mundos de vida, así como reconocer
los desafíos que estos conllevan para garantizar fines sociales relacionados
con su protección, cuidado y educación. Finalmente, a través de este recorrido,
se propone abordar los principales elementos del campo infancias, asumido como una
epistemología con estatutos teóricos y metodológicos de carácter relacional y contextual,
que se apoyan en los estudios sociales.
Según Paulo Freire, la infancia va más allá de la mera cronología, siendo una condición de la existencia humana asociada a su cualidad de inacabada. Lo infantil se asocia con lo que aún permanece como sueño, potencia y deseo, rodeado de misterios y posibilidades inéditas que aún no han encontrado expresión clara.
La imagen de la infancia es celebrada como un elogio, destacando su curiosidad, inquietud, gusto por preguntar, deseo de soñar, crecer, creatividad y transformación. Para Freire, la infancia sin edad es un deseo y una sensibilidad hacia las fuerzas vitales como la curiosidad, el sueño y la transformación.
Freire distingue dos formas de relacionarse con la infancia al madurar: una que entiende madurar como envejecer y apagar la infancia para convertirla en otra cosa, y otra que busca preservar, alimentar y cuidar la infancia para la madurez, ya que otorga vida a la vida. Freire aboga por preservar no solo la niñez más allá de la infancia cronológica, sino también por cultivarla constantemente en la vida diaria. Esto implica vivir una vida educacional sensible al autocuestionamiento, al compromiso en un acto pedagógico inquieto y creativo.
según María Montessori La mente de los niños tiene una capacidad excepcional para absorber conocimientos a través de su vida psíquica. Aprenden de manera inconsciente, pasando gradualmente del inconsciente a la conciencia, experimentando alegría en este proceso. A menudo se les compara con una esponja, pero a diferencia de esta, la mente del niño tiene una capacidad de absorción infinita. El conocimiento entra en sus mentes simplemente por el hecho de vivir.
Por eso, se entiende que el primer período de desarrollo humano es crucial. Durante esta etapa, los niños necesitan ayuda, no porque sean seres insignificantes y débiles, sino porque están dotados de grandes energías creativas y tienen una naturaleza frágil que requiere protección amorosa e inteligente para no ser menoscabadas.
María Montessori consideraba a los niños como la esperanza de la humanidad. Creía que al brindarles la oportunidad de ejercer su libertad desde temprana edad, los niños crecerían para convertirse en adultos capaces de enfrentar los desafíos de la vida, incluyendo los más grandes de todos: la guerra y la paz.
Con respecto a la concepción de Paulo Freire y María Montessori quienes tienen una mirada sensible y profunda hacia la importancia de la niñez, considero relevante el sentido dado a que la niñez está caragada de sueños, de imaginación, de apertura, de anhelos y que absorbe de manera profunda todo lo que el entorno educativo, social, cultural y familiar puedan aportar positiva o negativamente. De allí, parte nuestro gran compromiso de generar aprendizajes tan significativos que permitan una transformación positiva tanto para los niños como para la sociedad futura.
Además, como otro aspecto importante cabe resaltar, según lo abordado por Freire, la idea de que la niñez no termina con una etapa o edad sino que es una condición que debería acompañarnos hasta la vejez, pues esto de una u otra manera nos haría menos soberbios, menos orgullos, más sensibles y con una mente mucho más abierta y dinámica para aprender cada día lo que la vida misma nos enseña.